viernes, 27 de abril de 2012

El Galacho de Juslibol



Saliendo de Zaragoza a unos cinco kilómetros aguas arriba en la margen izquierda del rio Ebro se encuentra el galacho de Juslibol, antiguo meandro abandonado por el rio Ebro, entre los barrios rurales de Alfocea, Juslibol y Monzalbarba. Este espacio natural se formó hace algunos años debido a la gran inundación ocurrida en el año 1961, cuando el rio rebasó 16 veces su caudal medio. Según cuentan, desde el puente de hierro se podía tocar el agua con las manos, (he tenido la oportunidad de ver el rio Ebro en plena crecida y la verdad es que es impresionante, pero no me puedo imaginar cómo fue en ese año). A causa de la inundación las aguas no volvieron a su antiguo cauce, formando así el último meandro,  se considera el último porque es improbable que se pueda volver a formar un nuevo galacho en el futuro,  y esto es debido a la acción del hombre en la cuenca del Ebro que de una forma u otra influye en la dinámica del rio, creando sistemas que controlan su cauce y su caudal. 

En esta reserva natural podemos encontrar la confluencia de varios ecosistemas: el río, las lagunas, el escarpe de yesos y sobre éste, la zona esteparia, que da a este espacio una gran singularidad. De forma añadida a estos valores ecológicos se suman valores históricos, culturales y antropológicos. Para los que nos gusta la naturaleza y disfrutar de ella, ésta es una buena opción para salir de la urbe y explorar los entornos de Zaragoza y cómo no el rio Ebro, un lugar perfecto para contemplar la belleza sin igual que nos brinda este espacio, lleno de una gran riqueza natural y paisajística, un verdadero oasis a muy pocos kilómetros del centro de la Ciudad.
Una prueba de ello son estas bellas imágenes que tomé hace algunos días, cuando fuimos allí una tarde de domingo con la idea que tenía mi hijo de tirar piedras al rio (últimamente disfruta mucho de esta actividad, en especial si consiguen que reboten en el agua dos o más veces). La verdad es que ésta y otras actividades al aire libre son las mejores terapias para olvidarse del estrés de la ciudad, y relajarse con el simple sonido de la naturaleza, la contemplación del paisaje,  la fauna y abrir la mente a olores, colores y sonidos llenos de belleza y calor.








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